sábado, 30 de abril de 2011

Representación, participación y democratización en las relaciones Estado—sociedad civil en Bolivia

 

 

 

Consideraciones sobre la composición política del país

En el caso de Bolivia cabe considerar que para pensar la política en
nuestra historia no es suficiente la clásica distinción entre Estado y
sociedad civil, que es una diferenciación analítica, históricamente
producida en el proceso de constitución de sociedades modernas. De
manera paralela a esta distinción existente en el país hay, también,
territorios en los que no se ha producido esta diferenciación, y lo que
existe son estructuras comunitarias, que forman parte de una amplia
diversidad de pueblos y culturas, que no han sido reconocidos políticamente
durante siglos. Esto implica que la composición política del
país es compleja, no sólo hay una sociedad civil ampliamente diferenciada
y una diferenciación ideológico política a través de partidos,
sino que, de manera paralela, existe un conjunto amplio de estructuras
de autoridad, que corresponden a estas culturas comunitarias y
que son estructuras que no forman parte del Estado boliviano que, sin
embargo, son los principales espacios donde se hace vida política en el
seno de estos pueblos y culturas.
Esto tiene dos implicaciones. Por un lado, en Bolivia no se puede establecer
la ecuación país = sociedad, ya que Bolivia no sólo es un país multicultural,
sino que se podría decir que es un país multisocietal. Contiene
varias sociedades (más o menos 36), que articulan desde los procesos de
transformación de la naturaleza en la producción hasta sus estructuras de
autogobierno, que se han mantenido a pesar de la dominación colonial y
liberal-moderna.
Reconstruyo brevemente estas dos dimensiones, en los rasgos más
pertinentes a hacer una caracterización de las relaciones y los cambios en
las relaciones políticas en el país.
Por un lado, en lo que concierne a la relación Estado—sociedad civil,
han habido desplazamientos en los núcleos predominantes en la vida política,
que se puede bosquejar de la siguiente manera -sin hacer toda la
historia de estas relaciones-. Durante bastante tiempo la sociedad civil
estuvo básicamente compuesta y articulada políticamente en torno a la
Central Obrera Boliviana (COB), es decir, había un núcleo predominantemente
sindical que, sin embargo, a través de su central nacional logró
articular la sociedad civil. Esto fue así hasta inicios de los años ochenta,
cuando la reforma neoliberal del Estado explícitamente trató de desarticular
este núcleo obrero introduciendo tendencias a la recomposición de
la sociedad civil que, desde entonces, ha experimentado el despliegue de
varios otros núcleos de organización. Se amplió la presencia e influencia
de corporaciones empresariales que se habían venido perfilando desde
los setenta, y que fueron las que de manera mucho más decisiva y directa
influyeron en la composición del Parlamento y del ejecutivo en los años
ochenta y noventa a través de dirigir, también, los diferentes partidos
parlamentarios de la época.
De manera paralela se desarrolló otro polo de la sociedad civil, en
términos de expansión o de origen, que es el del sindicalismo campesino.
El sindicalismo campesino ha experimentado un constante crecimiento
desde los setenta y, mucho más, en los ochenta y noventa. El sindicalismo
campesino autónomo, que tenía su núcleo o su locus político central en
las áreas kataristas del altiplano, logró expandirse al conjunto del país;
al oriente y al sur. Es este proceso de crecimiento y fortalecimiento del
sindicalismo campesino el que ha generado una de las más importantes
recomposiciones en el seno del sistema de partidos. El Movimiento al
Socialismo (MAS) nace del sindicalismo cocalero y el Movimiento Indio
Pachacuti (MIP) surge también de otra fracción de la Confederación
Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB).
Ambos crecen electoralmente de manera significativa en el 2002, y uno
de ellos gana las elecciones nacionales en el 2005.
El núcleo corporativo del MAS, un partido organizado a partir de un sindicato
campesino, ha logrado convertirse en un partido nacional y obtener
una mayoría electoral, y cambiar el rumbo de la política económica y social
del Estado boliviano. El desarrollo de un núcleo de la sociedad civil ha sido
una de las condiciones del cambio de la composición del sistema de partidos
y, también, del ejecutivo y el contenido de la dirección del Estado.
Otro tipo de proceso político ha estado también en la base de los
cambios que estamos viviendo; se trata de la configuración de algunos
movimientos sociales que han cuestionado el modelo de la privatización
de los recursos naturales y los servicios públicos en el país. Aquí quiero
introducir una distinción teórica para luego hacer una caracterización
de las relaciones del gobierno del MAS y la sociedad civil. Considero
que un movimiento social es un tipo de acción colectiva que se configura
cuando la práctica política desborda los espacios institucionales
del Estado, pero también los de la sociedad civil, es decir, que hay un
tipo de acción política que plantea un cuestionamiento a algún tipo de
estructuras o un conjunto más amplio. Esto plantea un problema que no
pudo ser gestionado a través de las instituciones existentes de la sociedad
civil y de aquellas que tiene el Estado, ya sea para canalizar la participación
o intermediar con la sociedad civil. En este sentido, durante varios
años, en términos de acumulación histórica y luego ya de la manera más
visible, hemos visto que en Bolivia se hacía política en espacios que no
pertenecían al Estado, es decir, que no formaban parte del sistema de
partidos, ni de los municipios y que, más bien, conformaron una red
centrada en el nivel del espacio público local, regional o sectorial: las
asambleas de sindicatos campesinos, las juntas vecinales y, sobre todo, el
espacio de articulación de las luchas antiprivatizaciones, que tienen como
su forma más madura a la Coordinadora del Agua. La Coordinadora fue
un espacio público de democracia directa y representativa a la vez; los
ciudadanos de Cochabamba participaban en la deliberación sobre cómo
llevar adelante el conflicto sobre la ley de aguas, que pronto se convirtió
también en una demanda de la recomposición global del país a través de
la consigna de una Asamblea Constituyente.
Uno de los rasgos de la experiencia de la Coordinadora es que se
trata de un espacio público que reunía a representantes de otros espacios
locales de deliberación, y al que se asistía de manera rotativa.
En ese sentido, se convertía en una especie de asamblea de asambleas.
Durante varios años, pero se puede decir también que esto ocurría
con anterioridad, la vida política del país ha desbordado ampliamente
el espacio de las instituciones políticas del Estado. De hecho, la política
en el seno del Parlamento y el sistema de partidos no es la sustantiva,
y éste ya había entrado en un fuerte proceso de deslegitimización
y de corrupción.
Otro proceso importante que ha modificado la composición política
de la sociedad civil boliviana ha sido la organización de las centrales de
pueblos indígenas o asambleas de pueblos indígenas de las tierras bajas en
el país, en la Amazonia, en los llanos del oriente y el Chaco en el sur del
país. Durante los ochenta y noventa, llegaron a configurar ocho grandes
centrales interétnicas, que durante un tiempo estuvieron, a su vez, unificadas
en la Central Indígena de Pueblos del Oriente Boliviano (CIDOB).
La CIDOB fue la primera en demandar una Asamblea Constituyente.
Implicó un proceso de organización entre varias comunidades que forman
parte del mismo pueblo, que por su cultura habitan de manera discontinua
estos territorios. A su vez, ha sido un proceso de unificación
interétnica, es decir, de centrales o asambleas que reúnen a 3, 4 o 5 pueblos,
que habitan la misma región y que luego construyen formas de unidad
mayor que articulan la Amazonia y el Chaco. Esto tiene dos facetas,
una hacia adentro, en términos de procesos de unificación en el seno de
sus propias culturas e historias políticas; la otra implica la organización
de formas de representación y participación política de la sociedad civil
y en relación al Estado. La organización de estas asambleas de pueblos
indígenas amplía la composición de la sociedad civil boliviana y la hacen
mucho más multicultural. Hasta inicios de la década de los noventa, estos
pueblos eran invisibles o inexistentes para el Estado boliviano y, también,
para una buena parte de la población.
En el resto del país, en territorio andino, también hay varios procesos
de reorganización de estructuras de autoridad originaria, siendo la
más visible políticamente el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del
Collasuyo, habiendo, sin embargo, varias experiencias de este tipo en
territorios quechuas y aymaras, que tienen también esta doble faceta;
procesos de unificación interna, entre ellos, y articulación de organizaciones
que llegan a ser parte de la sociedad civil boliviana, y sujetos
políticos que interaccionan con el Estado boliviano y con otras instancias
de la sociedad civil.
El conjunto de movilizaciones de estos núcleos de trabajadores campesinos,
de movimientos anti-privatización y de asambleas de pueblos
indígenas contra el modelo económico y político neoliberal es lo que
puso en crisis a los anteriores gobiernos, y llegó a través de las salidas
electorales a la recomposición que estamos viviendo. La condición de
posibilidad de que la movilización política de núcleos de vida política
no estatales, algunos corporativos y otros comunitarios y algunos movimientos
sociales, se haya podido canalizar a través de las instituciones
políticas y del sistema de partidos, sin embargo, fue la presencia del
MAS, que fue creado como un partido electoral de los cocaleros, y que
había sido consecuente en la defensa de la soberanía nacional. Había sido
una fuerza moderada en el conjunto de las movilizaciones de la época,
y fue llevado por esta acumulación histórica a la condición de ganar las
elecciones nacionales. En este sentido, esto no es algo labrado totalmente
por el MAS, tiene sus méritos, pero es producto de sendos procesos de
organización y movilización en este amplio conjunto de espacios de vida
política no estatal.
Lo que hizo el MAS, ya en el momento de elaborar las listas a diputados
y, luego, para asambleístas o representantes en la Asamblea Constituyente,
fue configurar una red de alianzas bastante amplia, con varios núcleos corporativos
de la sociedad civil, sobre todo, en el campo de las organizaciones
laborales y populares. En este sentido, quiero recalcar que la base
político electoral del MAS es una red de alianzas corporativas con núcleos
importantes de la sociedad civil; continúa en nuevas condiciones, algunas
prácticas ya desplegadas previamente por el sistema de partidos. Cuando se
restaura el sistema de partidos y, sobre todo, cuando se amplía el ámbito de
la ciudadanía electoral a través de la municipalización, hay un primer momento
en que los partidos llevan o importan los candidatos desde las ciudades
que son definidos en las direcciones de los partidos. En un segundo
momento las instancias de la sociedad civil más importantes en algunos
territorios, es decir, juntas vecinales, gremios, sindicatos, estructuras comunitarias,
negocian con los partidos la inclusión de los representantes que
ellos han escogido en sus listas.
Los partidos en la medida en que necesitan una base electoral, ya que
han abandonado la vida política en el seno de la sociedad civil, incluyen
en sus listas a estos representantes de la sociedad civil, como producto
de esta red de intercambio político, en la que, sin embargo, los representantes
de la sociedad civil acaban subordinados al partido generándose
fuertes tensiones, en términos de alejamiento entre representantes
y representados.
Se puede decir que hay una tercera fase, que tiene que ver con la
emergencia o crecimiento del MAS, en la que estos grupos corporativos
y comunitarios deciden votar por alguien de su clase, por así decirlo,
de su cultura, pero también lo hacen a través de una red de alianzas
corporativas. El MAS reproduce, en mejores condiciones y de manera
ampliada, las prácticas de intercambio político que vincula a la sociedad
civil con el sistema de partidos, en el sentido de que el núcleo duro de la
vida política y la base electoral están articulados por las organizaciones de
la sociedad civil y no así por los partidos, que luego negocian con estos
núcleos organizativos la inserción en el sistema de partidos a través de las
diputaciones y, también, de los cargos de representación a nivel municipal.
En este sentido, se puede decir que el actual gobierno del MAS no es
un gobierno de los movimientos sociales, aunque reivindique esta figura
para legitimar al nuevo gobierno en relación a la historia política previa
que lo llevó a esa condición de gobernante.
En torno a este núcleo de relaciones se puede describir y argumentar
lo siguiente: la configuración de las alianzas y las candidaturas del 2005
y, también, del 2006 para la constituyente, básicamente giraron en torno
a cuotas, es decir, a la medida en que iban a entrar en el frente electoral
estos diferentes núcleos de la sociedad civil, organizaciones de trabajadores
y otros sectores populares organizados. No hubo un proceso de
discusión sobre programa y plan del gobierno. Probablemente, lo que
permitió centrarse en la negociación corporativa de cuotas de participación
política haya sido el hecho de que las movilizaciones previas habían
planteado como programa político de la época la nacionalización y la
realización de la Asamblea Constituyente. Esto hizo posible que el MAS
se dedicara a articular una red de alianzas electorales, que no incluyó la
configuración de una instancia de representación del conjunto de esas
organizaciones, que permitiera una especie de representación y dirección
colectiva de los aliados y el MAS.
Esta red de alianzas electorales se complementó con el hecho de que
al configurar el gabinete, el MAS invitó a algunos líderes importantes
de algunas organizaciones pero a título personal y no como parte de un
vínculo político más orgánico entre las organizaciones, el MAS y el gobierno.
Por eso no llega a configurarse un gobierno de los movimientos
sociales, es decir, donde los movimientos sociales u organizaciones de
la sociedad civil incluidos mantengan una interlocución constante con
los espacios políticos de sus organizaciones. En ese sentido, tenemos o
hemos tenido un gabinete con pocos cambios, compuesto en un principio
por una fuerte presencia de gente con experiencia sindical y que provenía,
incluso, de los sectores más estigmatizados, como las trabajadoras
domésticas, y ha ido, luego, incluyendo gente que ha estado vinculada
a los mineros, los fabriles, pero siempre en términos de una invitación
personal a conformar el gabinete.
A esto cabría añadir otro rasgo del MAS, sobre todo en su fase de
crecimiento y de condición de minoría en el Parlamento. El MAS era
un partido fuertemente ligado a la vida de los sindicatos y federaciones
de cocaleros del Chapare, es decir, una vida partidaria que tenía como
referente más fuerte, no la vida del partido, sino la vida política de la
matriz sindical. En la fase de conversión en un partido nacional, electoralmente
mayoritario a través de la red de alianzas, no ha dado signos de
configurar una estructura partidaria que genere una vida política interna
e intensa, o que corresponda al grado de complejidad que adquirió la
nueva coyuntura, y que, además, sería el espacio de diálogo constante
con los movimientos. Durante un tiempo, al principio de su gobierno,
Evo Morales mantuvo reuniones diarias con los diferentes movimientos
sociales -bien temprano cada día-, y reuniones de evaluación del gabinete,
sobre todo con aquellas organizaciones de la sociedad civil aliadas.
Hay un vínculo continuo, pero era más fuerte antes, sobre todo entre
Evo Morales y estas organizaciones de la sociedad civil, más que con el
MAS; pero eso no equivale a un gobierno de los movimientos sociales.
Hay una fuerte identificación de los trabajadores, sobre todo, campesinos
e indígenas con el presidente, pero esto tampoco equivale a un gobierno
de los movimientos. En ese sentido, más bien, se ha perfilado otra
faceta del MAS que vale la pena recalcar, que es el hecho de que el MAS
es un partido electoral, con la peculiaridad que lo diferencia en relación
a los otros que predominaron en el sistema partidario boliviano, y es que
está fuertemente arraigado al núcleo sindical campesino. En ese sentido,
el MAS ha funcionado como un partido electoral antineoliberal, pero un
partido electoral. En el 2000, antes del 2000 y hasta la victoria electoral,
inclusive hoy, el MAS se ha esforzado por procesar su participación, y
una buena parte de la política, a través de las instituciones políticas existentes.
Ha apostado seriamente a hacer política en y a través de las instituciones
existentes, inclusive aquellas que criticaba con la intención de
irlas reformando a través de los mecanismos previstos. Obviamente sin
abandonar sus vínculos con la vida política que se hace fuera del Estado,
sobre todo, con los núcleos sindicales.
El MAS ha apostado a lo que se llama, por lo general, democracia
representativa, aunque no tenga una cultura política liberal predominante;
más bien, tiene una cultura política nacional-popular y en parte
comunitaria. Sin embargo, esta apuesta del MAS por la democracia representativa
tiene que ver, también, con el lugar que ocupa el MAS hoy
en el gobierno, que responde al hecho de que organizada la política en
esas condiciones institucionales, se necesita un representante y mediador.
El MAS ocupó ese lugar. El MAS aparece como el representante de una
diversidad de núcleos autoorganizados de la sociedad civil, que no forman
parte del MAS. El MAS procesa la participación de estos núcleos
en el Estado y en los poderes del Estado a través de su organización y
representantes. El MAS tiene poder en la medida en que hay un régimen
de democracia representativa en las condiciones modernas liberales, preexistentes
y existentes hoy también, y que parece que van a continuar.
Sobre esto, vinculado a lo anterior, cabría decir lo siguiente, teniendo
en cuenta que cuando se habla de representación no necesariamente se
habla de democracia. Considero que lo más representativo que hay en el
país es el nivel corporativo; las corporaciones son las que han logrado articular
una vida política pública sectorial mucho más intensa, y, por lo
tanto, relaciones en las que hay un contenido de representación más fuerte
en aquellos que se hacen cargo de su presencia política en el seno de la
sociedad civil y su vínculo con el Estado. Esto es así en el mundo de los
trabajadores como, también, en el mundo de los poderes empresariales. De
hecho, hoy en Bolivia el nivel corporativo de los núcleos empresariales en
su forma de dominio en el seno de la sociedad civil, que son los comités
cívicos, son mucho más importantes que los partidos políticos, que están
decreciendo electoralmente. Y esto tiene que ver, también, con que los
núcleos corporativos de la sociedad civil son espacios donde se hace mucho
más política que a través de partidos y otros espacios diseñados para la participación
política, que forman parte del Estado.
En la historia política boliviana, por lo general, ha habido un predominio
de los núcleos corporativos por sobre los partidos políticos, con
la excepción del MNR en sus mejores momentos -que fue un fuerte
articulador de la sociedad civil antes del ´52. Este problema lo experimentó
el sistema de partidos en los ochenta y noventa, es decir, tratar
de ser el monopolio de la política en un país donde de facto la mayor
parte de la política se hace en el seno de la sociedad civil y en el seno de
espacios comunitarios que están más allá de la sociedad civil y el Estado.
Se puede pensar que una de las tareas de la Asamblea Constituyente era
compatibilizar, en parte significativa, esa complejidad de la composición
política del país, que ampliamente ha desbordado al Estado y las
instituciones políticas, a través de las cuales el Estado podría contener,
comunicar o sintonizarse con esa diversidad de espacios políticos históricamente
desplegados.
Hasta ahora no ha habido un reconocimiento y despliegue de formas de
democracia participativa diferentes a las que ya habían existido antes, por
lo general, fuera del Estado, y esto lleva a la consideración de varias cosas.
Por un lado, se puede pensar que en el caso boliviano no hay una correspondencia
entre democracia y régimen político y sistema de partidos
y Estado. De hecho, los espacios donde se hace vida política democrática,
por un buen tiempo, han estado por fuera del Estado, en algunos
núcleos de la sociedad civil y, sobre todo, en ámbitos comunitarios, a
través de sus estructuras de autoridad que no formaban parte del Estado
boliviano. En Bolivia la idea de democracia no sirve para caracterizar el
régimen político, ya que hay política por fuera del régimen con mayor
sustancia que aquella que las instituciones del Estado contiene. Además,
debido a la diversidad cultural existente del país, cabe pensar, usándola
a la vez como término de traducción, que hay varios espacios o tipos de
democracia. Es decir: la democracia existe en plural y está diseminada
dentro y fuera del Estado. En este sentido, no es un término que sirva,
incluso hasta hoy, para nombrar la forma de unidad de la vida política
del país, sino que puede servir, en todo caso, para pensar un pluriverso
organizado y diseminado a través de varias formas en el país, de una
composición multicultural, y en la que unos espacios han entrado en
conflicto con otros.
La condición democrática o de la democracia en Bolivia se refiere a
la condición de este pluriverso político, no unificado y en conflicto. Se
puede decir que varios de estos espacios que han puesto en crisis al Estado
boliviano antes de la victoria electoral del MAS, o los que propusieron
nacionalización y Asamblea Constituyente, son núcleos de democracia
directa y representativa, pero son núcleos fragmentados existentes en la
sociedad civil, algunos más allá de la sociedad civil. Estos núcleos se configuran
como un movimiento social (como la Coordinadora del Agua)
o cuando la gente que normalmente actúa en el seno de instituciones de
la sociedad civil, en torno a temas rutinarios o intereses corporativos, las
desborda. En estos casos se configuran momentos de movimiento social
(en torno a la guerra del gas y del agua, y en el 2005 también), sin que el
movimiento corresponda a una dirección única y permanente.
Hacia fines del siglo pasado, estos núcleos de democracia participativa
entraron en conflicto con la llamada democracia representativa y el sistema
de partidos, que tenía un bajísimo grado de representatividad (alrededor
del 2% según las encuestas) y que estaba altamente deslegitimado.
La recomposición de este sistema de partidos se ha hecho a través de la
victoria electoral del MAS, que ha renovado y ha salvado, en parte, al
sistema de partidos a través de la reintroducción de la representación de
núcleos populares y de trabajadores, sin haber sustituido el tipo de instituciones
y a través de una mayor representación, que es una composición
de representación político-cultural y corporativa, que al parecer sigue
siendo el componente más fuerte. También lo fue en la época del predominio
de los partidos neoliberales, que era la representación partidaria de
núcleos corporativos empresariales de manera casi monopólica, a través
de un oligopolio de los cinco partidos parlamentarios.
Vuelvo al eje de las relaciones entre el gobierno y las organizaciones
laborales de la sociedad civil, para bosquejar algunas facetas. Por un lado,
se combinó una concentración de la política en los miembros del ejecutivo,
que han intentado controlar a la Asamblea Constituyente que, a su
vez, es una concentración de la política en relación al resto de los espacios
políticos activados.
Esto se combina con una red de relaciones, de alianzas y negociación
corporativa con el conjunto de sus aliados, muchos de ellos representados
en la Asamblea Constituyente y/o en el Parlamento, pero no en espacios
públicos. En algunas coyunturas, sobre todo, en relación a la Asamblea
Constituyente, el MAS ha tenido que relacionarse con algunas formas
de articulación de organizaciones, sobre todo agrarias, como el Pacto de
Unidad, que agrupa a las principales organizaciones de trabajadores campesinos
y asambleas de pueblos indígenas. Para articular una propuesta de
Constitución se ha presionado sobre el MAS para que introdujera sus propuestas
en la Asamblea Constituyente. Es decir, que el MAS interactúa, en
relación a la asamblea, y negocia con una instancia de articulación de la
sociedad civil, sobre todo en el ámbito campesino e indígena, que se da de
manera autónoma y paralela a las alianzas con el MAS. Muchos miembros
del pacto de unidad están también aliados con el MAS y algunos otros
no. Esto implica que también se reproducen y se continúan algunas prácticas
anteriores, en la medida en que el MAS no contiene orgánicamente
a las organizaciones y movimientos y no es el partido del conjunto de las
organizaciones, éstas siguen articulándose de manera paralela a través de
algunas formas que ya habían articulado y experimentado previamente, y
así negocian de manera agregada con el MAS.
En este sentido, el MAS hoy no es un lugar de la democracia participativa,
en muchos ámbitos hubo desmovilización como producto de
esas alianzas e inclusión de representantes vía MAS en los espacios estatales.
En varios otros la democracia participativa es algo que todavía
se despliega en espacios políticos que están fuera del Estado y fuera del
MAS también, y fuera de su red de alianzas corporativas. En todo caso,
se podría decir que el MAS es el canal de participación política de los
representantes de esta senda social civil y de algunas estructuras comunitarias,
en las instituciones políticas del Estado, pero esa participación no
se podría caracterizar como democracia participativa. En todo caso, en
tanto ese ha sido el canal de ampliación política en el seno del Estado, es
una faceta de la democratización del mismo. Durante estos años no se ha
vivido la configuración de nuevos espacios de democracia participativa,
en todo caso, lo que sí ha ocurrido es la ampliación de la participación
política de pueblos y culturas subalternos, de campesinos y trabajadores
en los poderes legislativos y ejecutivos del país, pero todavía en el formato
de la llamada democracia representativa.
En los informes de las comisiones de trabajo de la Asamblea Constituyente
se contemplaba el reconocimiento de un Estado democrático, participativo,
de una democracia representativa, participativa y comunitaria, que implicaría,
en términos de ampliación respecto de lo previo, reconocimiento de estructuras
de autoridad y espacios de vida política que corresponden a núcleos
de la sociedad civil y, también, sobre todo, a las estructuras comunitarias
de los diferentes pueblos y culturas existentes en el país, aunque eso no va
acompañado de un diseño de nuevos espacios institucionales para ampliar la
participación o la democracia participativa, sino que se reconoce como democracia
participativa a estructuras y espacios políticos ya existentes, que no
necesariamente, llegarían a ser parte del Estado. Es decir, el Estado reconoce
que hay política más allá de él, como espacios legítimos, pero este tipo de
diseño es algo que, todavía, está en discusión.
Se podría decir que hasta hoy, más bien, el hecho de que el MAS haya
ganado como resultado de una acumulación histórica producida desde
espacios de democracia directa, participativa, no estatales, no ha llevado
a que se amplíe en el seno del mismo Estado, o se empiece a experimentar
una ampliación de espacios de democracia participativa: más bien,
lo que ocurre es que la victoria electoral del MAS ha llevado a que una
parte significativa de esa política, que se hace por fuera del Estado desbordándolo,
más bien se canalice en el seno de las instituciones llamadas
representativas del Estado. El MAS, en tanto partido electoral desde su
origen, es un medio de canalización de la política hacia el seno de las
instituciones representativas, es la principal forma política hoy, que está
reorientando y reintroduciendo la política en el seno de las instituciones
representativas, en vez de haber sido una fuerza política que continúe en
el espacio estatal la expansión de la democracia participativa, que se dio
por fuera del Estado. Tampoco es una fuerza que la ha eliminado, pero
el rasgo predominante, vuelvo recalcar, es el hecho de que el MAS es el
principal canalizador de la política en el seno de lo que se llama democracia
representativa. Como mencioné previamente, sólo el informe de
una de las comisiones plantea el reconocimiento de democracia participativa
en el texto de una nueva Constitución, que no implica el diseño
de nuevos espacios, sino el reconocimiento de los que ya existen.
El MAS ha permitido canalizar la política por la vía electoral, por la vía del
sistema de partidos a través del Parlamento, de una Asamblea Constituyente
y en una coyuntura donde las fuerzas sociales, movimientos y, también, núcleos
laborales, campesinos de la sociedad civil reclamaban una Asamblea
Constituyente que no se haga bajo la modalidad de monopolio de la representación
a través de los partidos. El MAS fue el que impuso un diseño de
convocatoria de Asamblea Constituyente a través de representación partidaria.
En las discusiones sobre el diseño de la forma de composición de la
representación política, hacia delante, el MAS también es de los que sostiene
que ésta se debería seguir realizando a través de partidos políticos, y se ha
negado a incorporar la demanda de una representación directa de pueblos y
culturas. En este sentido, una buena parte de la acción política del MAS y de
su visión en el diseño de las instituciones políticas para el país, caben dentro
de lo que genérica y comúnmente llamamos democracia representativa. En
todo caso, no hay propuestas del MAS que se refieran a la introducción de
espacios de democracia participativa o directa.

 

 

recuperativo 1 parcial ees

 

junior monroy 18443389

 

fuentes :http://www.wilsoncenter.org/topics/pubs/Nueva%20Izquierda%20Enero%2020091.pdf

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